LA FLOR ESCARLATA (inconcluso)
Esa noche antes de
acostarme, me estremecía por la fría concepción de un pensamiento intranquilo.
Un mal augurio, una premonición. Mi esposa que con un beso trato de calmarme decía- tranquilo chico, duérmete que
mañana hay mucho que hacer.- Así que dormí.
Tres de la mañana,
grita la metralla y el fusil revienta la puerta con tan solo un culatazo. Furioso veo como mi esposa es halada por el
cabello e intentando hacer algo uno de los pendejos embotados descarga otro
culatazo contra mi cara haciendo que mi esposa ahogue un grito y que de mi cara
empiece a manar una flor escarlata.
Siempre las había
visto florecer en jardines, parques y accidentes sobre todo en los accidentes.
No crean que soy una especie de sádico que le gusta ver accidentes, más bien
cada vez que sufría uno ahí estaba, tan bella enorme y brillante. Esa noche
recordé una vez que jugando en la escuela con un niño más grande que yo, me
cargo(a lo que para mi parecía una gran altura) y de pronto me dejo caer,
golpeando mi barbilla contra el suelo. He ahí, que vi la flor por vez primera.
De pronto centenares empezaron a aparecer frente a mi, brotaban de mi herida
despidiendo una especie de esencia a oxido que provoco nauseas a mi, al chico y
a las maestras que llegaban y veían la escena alarmadas.
Cada vez que me caía
emergía la bella flor, en el piso, salpicada en las paredes naciendo a
borbotones; estaba tan maravillado con ella que empecé a provocar su aparición. Causaba
heridas flagelando mis bracitos con las tijeras del colegio y cuando las
maestras o algún otro adulto no veían empujaba o les metía el pie a mis
compañeros provocando que millares de pétalos salieran por las rajas en sus
cuerpos flotando en el aire.
Para mí siempre
hubo un problema con su duración. Una vez soñé con construir mi propio jardín
botánico y en la entrada plantaría flores escarlata que darían la bienvenida a
los visitantes, susurrándoles fatalidad, a cada que estos respiraran su aroma.
Pero nunca pudo ser, bueno al menos nunca pude plantarlas en la entrada. En
lugar de esto un espacio vacío, lúgubre y húmedo ocupaba la entrada de mi
vivero. Intente reproducir la flor escarlata muchas veces pero con resultados
poco satisfactorios, no duraban mas que unos poco minutos. Los experimentos me
guiaron a la conclusión que mientras más grande era la lesión obtenía más
botones rubíes brotando en flores maduras en instantes para luego marchitar
y también claro, estaba la condición de cómo sus semillas se esparcían por la
superficie.
En uno de mis
experimentos, observé que en mi interés por lograr lo flor perfecta, se
marchitaban también los sujetos de prueba. El abono pues de mis amados
madrigales. No solo se desvanecían para luego despertar como las primeras
veces, sino que su esencia se iba con su último aliento, dejándome con el
sinsabor de más trabajo ya que usaba lo que quedaba como abono para mis
tomates.(...)
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